MIGUEL DE UNAMUNO

Nace en Bilbao en una familia de comercientes y pierde a su padre a los seis años de edad. Tenía nueve cuando los carlistas sitiaron y bombardearon Bilbao. Terminado el bachillerato se traslada a la Universidad de Madrid donde se doctora.
Se casa, obtiene la cátedra de Griego en la U. de Salamanca, donde vive el resto de sus días con excepción de un período de exilio durante la dictadura de Primo de Rivera. Fue rector de esta Universidad y destituido por adherirse al movimiento del General Franco. Tras un enfrentamiento con el General jefe de a Legión es encerrado en su casa donde muere repentinamente en 1936. Su obra es extensa e incluye novela, teatro, poesía, ensayo, etc.

DEL CONTEXTO

En el siglo XIX, España sufre una profunda transformación acelerada en la segunda mitad tanto en la organización política -monarquía constitucional, I República, Restauración monárquica, crisis del 98, etc.- como en sus planteamientos intelectuales, que culmina con la pérdida de sus últimas colonias Cuba y Filipinas.

La filosofía de Unamuno es resultado de sus inquietudes, sus angustias y sus contradicciones personales, así como su interpretación de las circunstancias históricas que le tocó vivir. Su tema central es el sentimiento trágico de la vida.

EL SER HUMANO DE CARNE Y HUESO

El punto de partida es el ser humano como sujeto que hace la filosofía desde su propia vida y como objeto o sea como tema central de la misma. Filosofa el ser humano de carne y hueso y lo hace sobre un ser humano que encarna también esas mismas condiciones. Y filosofa no solo con la razón, sino con la voluntad, con el sentimiento “con la carne y con los huesos, con el alma toda y con todo el cuerpo”. Critica a las filosofías porque se han preocupado de ideas y dice que filosofar es un acto de reflexión, una proyección de la conciencia humana.

Hay que romper las ideas para volver a encontrar nuestra vida concreta. El ser humano de carne y hueso vive trágicamente en una lucha constante de elementos que coexisten dentro de sí: el ansia de supervivencia y la sospecha de la muerte; el sentimiento y la razón; la razón y la fe; la cabeza y el corazón; la esperanza y la desesperación, la razón y la vida. El sentimiento trágico de la vida es la conciencia de esta tensión permanente entre opuestos como núcleo último de la existencia.

EL PROBLEMA DE LA INMORTALIDAD

Existe un ansia de inmortalidad cuya tensión no encuentra respuesta ni en la filosofía, ni en la teología. Por un lado el racionalismo mecanicista, que explica al ser humano como conjunto de partículas iguales a las del resto del mundo, y que lo único que puede esperar después de su muerte es una disolución en el Todo.

Platón y Aristóteles también han perdido actualidad. Unamuno comprende que la “razón” no puede dar razón a la vida y por lo tanto no puede explicar esta ansia. La razón ignora lo individual y solo conoce lo general, los conceptos universales. No se puede explicar la inmortalidad desde la razón. La fe en la inmortalidad se alimenta de la duda. Entre la razón y la vid hay contradicción permanente.

LA INTRAHISTORIA

La inmortalidad da paso a la reflexión sobre la historia que para Unamuno es la dialéctica entre lo que permanece y lo que pasa. La historia es presente eterno y conflicto. Lo que le da sentido a la historia, su esencia, está en ella misma no fuera. La historia es humana, pero en el fondo de los hechos únicos e irrepetibles alienta lo eterno; de algún modo todo lo que ha pasado vuelve de nuevo. 

EL SER HUMANO QUE QUEREMOS SER 

Por encima de nuestro ser caduco y perecedero, lo que debe preocuparnos es lo que queremos ser, nuestro yo ideal o imaginario cuya creación nos salvará. Nuestra esencia consiste en soñar nuestra propia vida. Por encima del ser humano de carne y hueso, el ser humano real es ese ser “numénico”.

El ser humano que queremos ser es superior a su creador, el ser humana que somos. La personalidad humana tiene pues un doble constitutivo: uno histórico pues el ser humano es un proyecto que se va haciendo a sí mismo en el tiempo; y uno voluntarista pues el ser humano, en su desarrollo, va creando la realidad, se constituye en ser superior y original que determina lo que para él tiene valor. El constitutivo voluntarista es superior al histórico.

El yo que somos por dentro lo recuperamos quitando importancia al yo social, huyendo del llamado “prójimo”. Desembocamos así en la soledad. en ella el “sentimiento trágico de la vida” se transforma en “sentimiento cómico de la vida”.

El mundo es un teatro, la vida una comedia, tránsito hacia una realidad absoluta.

Como réplica burlona mediante la renuncia al todo de sí mismo, el misterio de la personalidad acaba en apología de humorismo. Al final, lo único válido de este mundo es Dios. Respiramos aire natural en la obra de la imaginación, del ensueño de Dios.