“El arte no imita, sino que, ante todo repite, y repite todas las repeticiones, debido a una potencia interior (la imitación es copia, pero el arte simulacro, invierte todas las copias convirtiéndolas en simulacros). Incluso la repetición más mecánica, la más cotidiana, la más habitual, la más estereotipada, encuentra su lugar en la obra de arte, quedando siempre desplazada por respecto a otras repeticiones, y a condición de que sepa extraer de ella la diferencia para las otras repeticiones. Pues no hay otro problema estético que el de la inserción del arte en la vida cotidiana. Cuando más estandarizada, aparece nuestra vida cotidiana, cuanto más estereotipada, sometida a la reproducción acelerada de los objetos de consumo, más debe el arte apegarse a ella y arrancarle su pequeña diferencia que actúa en otra parte y simultáneamente en todos los niveles de repetición, (…) …para que al fin la Diferencia se exprese, con una fuerza a su vez repetitiva por la cólera, capaz de la extraña selección, aunque no sea más que una contradicción por aquí y por allá, es decir, una libertad para el fin del mundo. Cada arte tiene sus técnicas de repetición imbricadas, cuyo poder crítico y revolucionario pueden alcanzar el más alto punto, para conducirnos de las lerdas repeticiones de cada día a las repeticiones profundas …donde se juega nuestra libertad” 

GILLES DELEUZE: Diferencia y repetición, pág. 460-461.